18.2.13

CICATRIZ ADORMECIDA.


Me gustaría pedirte un favor. Me gustaría que leyeras lo que he escrito a continuación muy lentamente, bailando con cada palabra, saboreando cada expresión, poniendo especial atención a cada punto, a cada coma, a casa silencio. Que lo hagas tuyo. Porque si consigo que lo sientas, al menos una mínima parte de lo que lo he hecho yo al escribirlo, me harás la persona más feliz del mundo...

Para ti, que me estás leyendo.


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Para siempre es nunca todavía.
Un desliz de la mente, un compás desatinado.
El cansancio que adormece en las trincheras
al más tenaz de los soldados.

La batalla del olvido
se pierde en esta noche de desgaste
por no poder hacer frente a tus tropas,
por bajar la guardia y confiarme.
Me has vuelto a ganar. 
Te he vuelto a recordar.

En esta guerra que nos mata,
que desata mis instintos,
que atormenta mis pesares
y los hace, si cabe, más pesados.

Has conseguido sangrarme,
cicatriz adormecida,
cosquilleo constante de notas musicales,
de recuerdos, de susurros, de olores, de lugares.

Imagino tu voz y no la encuentro.
El recuerdo se ha borrado en tu sonrisa.
En tus pasos airados,
en tus tristes razones,
en lo mucho que te quería,
en lo poco que te olvidaba,
en tu acento exagerado,
en tu cuerpo,
en mi agonía.

Me sangras, me dueles, te siento todavía.
No como un deseo, no como un sueño,
no como mi todo ni como mi parte.
No como aquello que olvido cada día
ni como el más triste de mis recuerdos.

Y lo haces, y me alegra.
Me recuerda que yo un día
llegué a ser, tan sólo,
un feliz,
y loco,
muy loco,
loquísimo enamorado.