Cierras los ojos y respiras.
Sientes su olor y abrazas sus abrazos. Vuelve
a ti, a agarrarte tan fuerte que te corta la respiración. Te susurra al oído y
se eriza tu piel, casi podría herirte con tan sólo rozarte. Espiras y suspiras
a través de su cuello mientras araña tu espalda con sus uñas. Acercas tu cabeza
a la suya, sientes sus latidos en tu sien, te mira de reojo con los ojos bien
cerrados, imaginando tu cara de placer, oliendo tu respiración.
Muerde tus labios, desliza su lengua alrededor
de la tuya y dibuja en tu imaginación el mapa de su locura. Agarra tu camiseta
y tira de ella contra él, asiéndola a su piel. Clava su mirada en tus ojos y
sonríes. Media sonrisa. Te muerdes los labios de placer y suspiras para aliviar
la bomba atómica que llevas dentro.
Te desnuda
mientras juega con tu lengua y tu sonrisa. A media luz. Con tan sólo un
par de velas. Te empuja contra ti, sobre la cama, rozando tu piel y convirtiéndoos
en uno. Recorre tu cuerpo con la yema de sus dedos mientras notas su cuerpo
sobre el tuyo. Mientras su calor se funde en un abrazo y los suspiros vagan a
ciegas por la habitación…
Abres los ojos y miras a través de la
ventana.
Una decena de estrellas dibujan tu soledad
mientras te colocas un mechón de pelo y dibujas una sonrisa. Vuelves a
suspirar, pero esta vez no en tu imaginación, sino empañando el cristal que
encarcela tu ilusión, sobre el que apoyas tu frente y cierras los ojos para
despedirte, una noche más, de su recuerdo.
Hasta la próxima.
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Hasta la próxima.
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