11.6.10

Adolescencia, de nuevo.

En tan sólo unos segundos, lo justo para que tu mirada cruce la calle en busca de otra mirada que te aguarda, consigues engancharme…

Quizá este sea un relato adolescente, un vaivén de palabras desordenadas que no tienen mucho sentido para ojos inexpertos. Suerte que tu mirada es diferente, suerte que entenderás que estas palabras se entremezclan en lo más oscuro de tus ojos bien oscuros, de la oscuridad que yo consigo ver en ellos, aunque la luz de un cielo azul nuble la vista de quien te mira.

No sé muy bien si sentirte o despedirme, si quedarme y aguantarme o marcharme para siempre. Doy la vuelta a mi corazón intentando ver el lado oculto de la luna, el sentir inexperto de quien se enfrenta a la vida sin haber vivido, sin haber sentido el amor en sus venas desde este punto de vista tan adolescente. Este amor que me hace soñarte y que me sueñes, que se inventa imágenes de cómo acaricio la palma de tus manos con mis dedos. Esta adolescencia algo tardía que burbujea en lo más recóndito de mis sentimientos.

Juego entre mis dedos con el monstruo de mis armas bien dormidas, de aquéllas que hace ya años que no salen a batalla, que cubren sus tornillos con el polvo del desuso, que patinan y no corren, que se destruyen a sí mismas con sus balas de cartón encasquilladas. Doy cuerda a este corazón rejuvenecido para conservar su mecánica, para que la mecánica de mi vida no me juegue malas pasadas. Y mientras le doy cuerda, espero a que palpite. Con la sonrisa perenne de aquél joven que sintió el amor por primera vez, con el miedo reciente de quien sigue reparando las grietas de su propio corazón.

Pendiente de un hilo sobre el que una pequeñísima araña teje una ilusión tan frágil como la cuerda casi transparente que la sostiene, pero con la fuerza suficiente de poder convertirse en una auténtica prisión para inocentes criaturas que se acerquen a saborear la miel de sus labios.

Adolescencia tardía que me persigue para hacer cuentas, para jugar esta partida de ajedrez en la que ella me gana con sus sentimientos puros e irracionales, para demostrarme que no es tan mala como yo pensaba, adolescencia que sólo quiere que me divierta, adolescencia que me reta a una batalla en la que me dejo ganar con mi sonrisa imperturbable de medio lado, aquélla que me sale sin querer, aquélla que ya había olvidado….

Continuará…

Sergio Montes Antón
11 junio de 2010.

1 comentario:

Álvaro Beltrán dijo...

La adolescencia tienes cañones
de incertidumbre en cada una
de sus esquinitas.