25.12.12

MÚSICA

Cuando una noche fría da paso a cientos de notas que se derraman por tu boca y la soledad de un desierto vacío se llena de estrellas que no existen, se crea la magia. La magia de convertirme en música a través de tus palabras, de acunarme en las curvas de tu guitarra mientras cantas mi canción bajo la luz de la luna llena.

Dibujar la sensación de calidez en los fríos cristales de un coche tan sólo con escribir mi nombre con la punta de tus dedos. Esa sonrisa que siempre consigue dibujar otra sonrisa, el brillo de tus ojos mientras quiebras tu garganta y me hipnotizas.

Un vaivén de sensaciones que abrazas en mi pequeña cama mientras te acercas a mi cuerpo y desprendemos tanto calor que bien podríamos derretir el Universo.

Son muchas las palabras que se quedarán en el silencio, más aún los sentimientos que han pasado y que se han perdido en la infinidad de nuestro recuerdo, pero es más grande aún la sensación de saber que pase lo que pase tu voz no dejará nunca de cantarme.

Es el lugar seguro al que acudir cuando me persigan los miedos, el refugio que guarnecerá mis inquietudes y me dará alas para no perder nunca la ilusión. La melodía que siempre recorrerá mi vida y que pondrá banda sonora a cada uno de los momentos de nuestra existencia. Porque ya van unos cuantos. Desde la pasión más descontrolada hasta el más absoluto olvido.

Y en el fondo así somos nosotros, y cambiar esta forma de querernos sería traicionar lo más auténtico de nuestro querer. Hacer una mala versión de la canción más bonita del Universo para relegarla al último cajón de la mesilla.

Quiero que sepas que nunca podré olvidarte, que siempre estarás marcado en mi corazón, a fuego lento, sin prisas, como se crea una buena canción. Porque eres música. Mi música. La voz que convierte en melodía mis pensamientos más profundos.

Y quizá sea el miedo a perderte lo que me lleve a no poder tenerte de otra manera. Porque todo lo que he tenido en mi vida he terminado perdiéndolo. Porque de esta forma confío en nosotros más que de cualquier otra, al igual que las aguas de un río desviado siempre vuelven a su cauce natural. Porque ponerle camino a estas sensaciones sería limitarlas hasta el punto de poder acabar con ellas.

Quiero que nunca dejemos de ser música.

Quiero querernos de esta manera tan nuestra, sin descompasar esta armonía natural que brilla en nuestros ojos, ese latir del corazón que nunca podrá silenciarnos.

Quiero escuchar tu guitarra en los más inhóspitos lugares, quiero que nadie nos entienda y que nos perdamos en la noche más inesperada.

Quiero tenerte siempre. Porque en el momento en que dejes de cantarme, la canción de mi vida se habrá acabado.

...porque pase lo que pase yo siempre te escucharé.

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