20.9.10

Normales

Una decena de cigüeñas hacen malabares sobre las farolas que rodean la cárcel de Valdemoro. Como estatuas inertes contemplando la puesta de sol, ante el vasto secarral sobre el que se dibuja una sinuosa carretera plagada de coches. El tren de cercanías recorre las vías, casi vacío, desconchado, absorbiendo la rutina de un trayecto sin grandes emociones. El viento, ausente, como las ganas de la noche por hacerse presente.

Me pregunto qué hace especial aquélla escena, qué hay de diferente. Y la respuesta, casi antecede a la pregunta: nada. ¿Por qué no damos honores a las pequeñas cosas del día a día, a la normalidad de lo conocido, a lo habitual, a la mediocridad más positiva?

La ausencia de noticias durante la madrugada presupone la falta de tragedia, la esperanza de aquéllas madres que malduermen esperando que sus hijos lleguen a casa tras una noche de euforia, la falta de aquélla llamada que cambie el futuro en tan sólo unos segundos. Pero la ausencia de una característica especial que nos haga imprescindibles se hace mucho más insoportable. Algo tan fácil –a simple vista- como una buena voz que entone una melodía propia, una cara dibujada por un Miguel Ángel del XXI, unos músculos heredados de los dioses del Olimpo, una sensibilidad capaz de emocionar a las gárgolas de piedra…

Somos normales, sí, ¿y qué? Quizá esa característica es la que nos hace especiales. El justo medio que destruye nuestras especialidades para convertirnos en normales, la balanza que nos eleva hasta el punto de la mediocridad.

Entiendo esta mediocridad desde el punto de vista más positivo, aquél que no nos distingue por ser mejores que los demás, pero que caracteriza nuestras vidas normales por ser el punto medio que no se inclina hacia la destrucción total. Somos la gente normal quienes conseguimos que una simple sonrisa -¿quién no es capaz de sonreír?- pueda alegrar a una persona, los que a través de un abrazo conseguimos cerrar los ojos de la persona a quien abrazamos, los que miramos y enamoramos, a los que nos miran y nos vuelven completamente locos.

Y seguramente tú serás mejor que yo, y podrás tener una voz que levantará la ovación de tus seguidores, una inteligencia que dejará con la boca abierta a quienes se acerquen a escucharte, una vida solucionada... Pero igual tú sólo eres el reflejo del lado positivo de tu balanza; igual olvidas que, como la Luna, la vida tiene dos caras.

Porque las sombras siempre existen mientras exista el Sol. Porque la luz del día puede ser cegada, porque podemos iluminar la oscuridad de la noche más cerrada. Porque, en definitiva, no hay nada más bello que un atardecer, aunque se repita cada día, porque la belleza verdadera en nuestro Universo, sin duda se encuentra en el punto medio.


Sergio Montes Antón.